La cocina es precisión. No es lo mismo cucharita que cuchara. Mucho menos cucharón. Cuando estamos por echarle el aceite o el polvo para hornear, nos paralizamos delante de la olla o el recipiente para mezclar.
“La cocina es una gran herida.” Así decía el Pocho mientras me mostraba una corta cicatriz en la mano izquierda. Cada comida era recordada por una herida, una marca en ese cuerpo pequeño pero macizo, de cocinero batallador.
La cocina es el universo de los secretos. Hay secretos para cada comida y se pasan de generación en generación. Pero hay otros secretos que están bien ocultos y que sólo se dicen una vez.
¿Escuchaste hablar de la Gula? A mi, me lo contó la tía de una amiga. Gula significa «hambre y sed excesiva». Básicamente
comer y tomar sin tener idea cuánto comemos o tomamos. Comer hasta reventar.
La Milagros era famosa en el barrio porque aparecía en los velorios a repartir unos panes dulces entre familia y amistades. No se sabe ni cuándo ni por qué comenzó a hacerlo, pero su presencia y la de sus panes volvían dulce las amargas despedidas.
En la cocina, las apariencias engañan. Algo que de afuera se ve en su punto justo, puede estar crudo por dentro. Si una fruta se nos muestra muy colorida puede estar verde. Más bien, las apariencias engañan cuando se juzga antes de tiempo.
¿Y si te olvidas de cocinar? ¿Qué pasa cuando se vuelve a la cocina después de mucho tiempo? No te digo de unas vacaciones. De una separación te hablo. Un alejamiento. Da miedo, mucho miedo.
Si te pasaste con la sal o la pimienta o el orégano, si cayó mucho cilantro o le pusiste mucha mostaza, ya no hay forma de darlo vuelta. El mejor plato está perdido, olvidado por ese desliz de comino o romero. Y lo peor viene cuando lo llevas a la mesa.
Dicen por ahí que: el que parte y reparte se queda con la mejor parte. Y eso es muy cierto. Quienes hacen esa trampa saben lo que están haciendo. Se preparan para eso.
Mi primo es tremendo. A nadie he visto repetir tantas veces la comida. Ama comer. Hay que verlo sentarse a la mesa y sonreír. Jamás lo escuché decir “eso no me gusta”.